En 2015 y 2017 fueron publicados los siguientes dos estudios sobre el uso del cigarro electrónico en adolescentes mexicanos:

  • J F Thrasher et al, Prevalence and Correlates of E-Cigarette Perceptions and Trial Among Early Adolescents in Mexico, Journal of Adolescent Health 58 (2016) 358-365. Descarga.ESTUDIO TRANSVERSAL (DE CORTE)  Misma población a un tiempo fijo (2015)

 

  • P Lozano et al,  “A longitudinal study of electronic cigarette use and onset of conventional cigarette smoking and marijuana use among Mexican adolescents”, Drug and Alcohol Dependence 180 (2017) 427-430. Descarga.ESTUDIO LONGITUDINAL Seguimiento de esa población a tiempo posterior (2017)

En ellos participó personal del Instituto Nacional de Salud Pública (INSP), utilizando como muestra a una población inicial (en 2015) de aproximadamente 10 mil estudiantes de secundaria en escuelas públicas de CdMx, Guadalajara y Monterrey. La muestra se redujo a aproximadamente 6 mil estudiantes en 2017 (ver detalles en enlace a “más información detallada”).

Ambos estudios están basados en estudios similares llevados a cabo en los EUA, por lo que utilizan exactamente la misma metodología (estudio de Soneji et al, ver enlace a “más información detallada” ) . Su propósito (al igual que los estudios en los EUA) es probar si el cigarro electrónico propicia un efecto de reclutamiento hacia el tabaquismo en adolescentes.  Los estudios presentan una debilidad importante que es común a los estudios de este tipo realizados en los EUA:  las definiciones del uso (probatorio y convencional, solo denotan uso exploratorio (ver la Tabla 1 en enlace a “más información detallada”). Estos criterios son sumamente débiles para inferir un uso futuro habitual – diario – del cigarro de tabaco que debe ser causa de preocupación para la salud pública.

¿Qué es lo que los estudios demuestran?
El estudio transversal indaga los patrones de uso del cigarro electrónico y los correlaciona con varios factores: tecnofilia, nivel de escolaridad y de tabaquismo de los padres, prueba de cigarro convencional, alcohol y otras sustancias. Encuentran que el 51% está al tanto de la existencia del cigarro electrónico, pero solo el 10% lo ha probado, mientras que solo el 18% supone que presenta menos riesgo que el cigarro convencional. Obtiene la descomposición de sabores en los líquidos utilizados, pero curiosamente no indaga si los líquidos contienen nicotina.

El principal propósito del estudio transversal es ubicar a la categoría de chicos con “riesgo medio”, caracterizados por haber probado en 2015 solo el cigarro electrónico mas no el convencional. Los de “riesgo bajo” son los que nunca probaron el cigarro electrónico ni el convencional.  La hipótesis que sugiere para ser evaluada en el subsiguiente estudio longitudinal es que:  estudiantes de riesgo medio tienen mayor propensión (en comparación con los de riesgo bajo) a probar el cigarro convencional con la posibilidad de iniciarse en el tabaquismo en el futuro. Queda implícita la noción de que de no existir el cigarro electrónico los chicos de riesgo medio tendrían mucho menos probabilidad de hacer este tránsito. Estas son exactamente las mismas hipótesis que utilizan estudios similares en los EUA, que comparten la misma metodología que los estudios descritos en México.

El estudio longitudinal evalúa la hipótesis del mencionada anteriormente. Encuentra que, efectivamente,  los estudiantes de riesgo medio en 2015 mostraron un 40% mas posibilidad de probar (20 meses después) un cigarro de tabaco en comparación con los de riesgo bajo. Con este resultado concluyen que cigarro electrónico actúa como factor de reclutamiento de menores de edad hacia el tabaquismo. Sin embargo, estas conclusiones no se sustentan en los resultados.

El estudio longitudinal en adolescentes mexicanos no demuestra la existencia de un efecto de reclutamiento del cigarro electrónico hacia el tabaquismo.

El estudio longitudinal no aporta elementos que justifiquen la existencia de una asociación causal robusta entre el uso exclusivo del cigarro electrónico en 2015 y un uso convencional del cigarro de tabaco en 2017.  Los estudios realizados en adolescentes mexicanos en base a los resultados desplegados en las Tablas 3 y 4 apreciadas en el enalce a “más información detallada”  demuestran que hay:

  • una asociación causal, débil pero estadísticamente significativa, entre usos meramente exploratorios del cigarro electrónico en 2015 y del cigarro de tabaco en 2017 (solo uso “probatorio”).
    Riego relativo 41 CI 95% [1.22-1.60]

 

  • una asociación débil y estadísticamente no significativa entre el uso “probatorio” del cigarro electrónico en 2015 y el uso “convencional” (aun lejos de ser habitual) del cigarro de tabaco en 2017.  Por lo que no se puede hablar de una relación de causalidad confiable.
    Riego relativo  1.43 CI 95% [0.94-2.16]

Es de notar, que los estudios de este tipo realizados en los EUA encuentran asociaciones estadísticamente significativas con factores de riesgo (odd ratios) mucho mayores, del orden de entre 2 y 3. Esto se debe, muy probablemente, a la mayor familiaridad y disponibilidad de uso del cigarro electrónico en los adolescentes de EUA. Sin embargo, también sugiere que el uso del cigarro electrónico por adolescentes mexicanos es aun intermitente debido a las regulación prohibicionista que prevalece, y por lo tanto no es probable que contribuya significativamente al tabaquismo en este sector de la población.

Un problema en estos estudios es que al hablar solo de probabilidades dadas por riesgos relativos omiten dar suficiente importancia al factor demográfico:  los chicos de riesgo medio (que probaron el cigarro electrónico) tienen 40% mas probabilidad que los riesgo bajo (no probaron el cigarro electrónico)  de probar 20 meses después un cigarro de tabaco. Sin embargo, ¿de cuantos chicos estamos hablando?  Una vez que transformamos porcentajes en número de chicos vemos que de los 1172 muchachos que en 2017 probaron un cigarro, 1070  (el 90%) eran de riesgo bajo y solo 102 eran los de riesgo medio que habían probado un cigarro electrónico.  Si suponemos (por conceder) que el criterio “haber probado un cigarro” (aunque sea solo “un toque”) denota inicio del tabaquismo, entonces la inmensa mayoría (90%) se “iniciaron” en el tabaquismo desde el riesgo bajo sin haber probado jamás un cigarro electrónico.

En pocas palabras, incluso bajo este criterio deficiente, el cigarro electrónico solo tendría un 10% de contribución a esta iniciación al tabaquismo. Si usamos el “haber probado al menos un cigarro en los últimos 30 días” como criterio de inicio al tabaquismo, tenemos que de los 247 que se han iniciado bajo este criterio, 223  (95%) son de bajo riesgo y solo 24 son de riesgo medio, por lo que la contribución del vapeo a la iniciación al tabaquismo se reduce al 5%. Si además agregamos a los 1748 chicos de riesgo alto (habían probado el cigarro en 2015) que fueron excluidos del estudio, tenemos en 2017 que 1172 + 1748 = 2920 chicos que (según el criterio de ‘haber probado alguna vez’) han transitado al tabaquismo, de los cuales solo 102 (el 3%) son los de riesgo medio.  Ls chicos en los que el estudio se enfoca (riesgo medio) para declarar un transito al tabaquismo debido al vapeo son una proporción minúscula de quienes, de alguna manera, han fumado 20 meses después. Evidentemente, el uso del cigarro electrónico es un factor marginal en la iniciación al tabaquismo de estos adolescentes tratados como población.