La regulación posible (y deseable) de los dispositivos de administración de nicotina debe estar íntimamente vinculada a los resultados empíricos de las investigaciones científicas realizadas sobre los diversos dispositivos existentes en cuanto a la química del vapor, la toxicología, estudios demográficos y ensayos clínicos.

Contenido

  • ¿Se justifica una regulación estricta basada en la cautela extrema?
  • ¿Se justifica aplicar al cigarro electrónico reglamentos de “espacios libres de humo”?
  • La regulación afecta la eficacia en el cese de fumar
  • Eficacia para salvar vidas
  • ¿Se justifica regular al cigarro electrónico como al cigarro convencional?
  • Consideraciones para una regulación basada en el evidencia científica

¿Se justifica una regulación estricta basada en la cautela extrema?

La regulación de estos dispositivos presenta el siguiente reto: ¿es recomendable permitir que alcancen su potencial sanitario a cambio de tolerar posibles efectos negativos que se sospecha ya ocurren o que podrían ocurrir a largo plazo? La dificultad para equilibrar adecuadamente la ecuación costo/beneficio podría inducir a una cautela extrema con consecuencias sanitarias no deseadas. Esto lo expresa en forma clara y contundente el Informe del Royal College of Physicians (RCP) respecto a los cigarros electrónicos:

Se puede proponer un enfoque de precaución extrema, contrario a todo riesgo, para la regulación del cigarro electrónico como un medio para minimizar el riesgo de daño evitable, por ejemplo a la la expisición a toxinas en el aerosol que producen, la “re-normalización” del fumar, la posible progresión como “via de entrada” al tabaquismo, u otros riesgos reales o potenciales. Sin embargo, si este enfoque también hace que los cigaroos electrónicos sean menos accesibles, menos agradables o menos aceptables, mas caros mensoa amigables al consumidor o farmacológicamente menos eficaces, o inhiben la innovación y el desarrollo de productos nuevos y mejorados, entonces causan daño al perpetuar el hábito de fumar. Es difícil conseguir este equilibrio“.

En el Reino Unido las autoridades de salud han decidido, en base a la evidencia, que vale la pena asumir el riesgo potencial del uso del cigarro electrónico para disminuir el riesgo real (no potencial) de perpetuar al tabaquismo. El primero beneficio ya está a la vista: un aumento significativo de la tasa de disminución de la prevalencia de fumadores de 2011 a la fecha (ver  discusión al respecto, ver estadísticas)

¿Se justifica aplicar al cigarro electrónico reglamentos de “espacios libres de humo”?

Independientemente de las legítimas preocupaciones sobre posibles riesgos del vapor que inhalan los usuarios del cigarro electrónico (los vapeadores), su regulación necesariamente debe ponderar el riesgo que puede representar la exposición al vapor ambiental por personas en el entorno de los vapeadores.

Los niveles de exposición a compuestos tóxicos y partículas suspendidas en el vapor ambiental son prácticamente insignificantes en comparación con la exposición a toxinas y partículas suspendidas (alquitrán) del humo del tabaco ambiental. Esto no es mas un asunto de controversia que pueda ser respondido con un “aún no sabemos”:  es un hecho experimental sustentado en docenas de estudios de calidad que hemos citado y reseñado en detalle (ver página dedicada a la química vapor ambiental).  Los estudios que alegan alta toxicidad del vapor ambiental, ya sea por compuestos tóxicos o por partículas suspendidas, presentan serias fallas metodológicas, lo cual hemos documentado en detalle (ver la seección dedicada a la desinformación sobre el vapor ambiental).  Es importante recalcar, como ejemplo de desinformación, que es incorrecto asumir que las partículas suspendidas PM2.5 del vapor (micro-gotas líquidas) son comparables a las PM2.5 sólidas del humo de tabaco o contamninación ambiental (las cuales si producen efectos tóxicos).

Como hemos señalado (enlace), el vapor ambiental es químicamente distinto al humo de tabaco ambiental. Este último tiene dos fuentes de emisión: el humo “transversal” directo del cigarro encendido (el cual es más nocivo) y el humo “principal” exhalado por el fumador. En contraste, con los cigarros electrónicos la única fuente de emisión del vapor ambiental es la exhalación del vapeador, la cual es un aerosol sumamente diluido con respecto al vapor inhalado, por lo que presenta una toxicidad mucho menor a éste último. Ésta baja toxicidad implica que los posibles riesgos de daños a terceros son apreciablemente menores a los riesgos de daño por exposición al humo de tabaco ambiental.

Por lo tanto, aunque es necesario reglamentar el uso del cigarro electrónico en espacios interiores, no hay una razón médica y sanitaria que justifique que su uso esté prohibido en todo espacio interior en base a la reglamentación estricta de “espacios libres de humo” que comúnmente se aplica al tabaco. Es quizá necesario restringir el uso del cigarro electrónico en múltiples espacios interiores de alta concentración y movimiento de personas, pero estas restricciones no pueden ser justificadas por argumentos médicos de protección a exposición involuntaria de terceras personas en el entorno. Deben ser justificadas como necesarias para facilitar la comodidad y funcionalidad de estos espacios (como por ejemplo la prohibición de emitir sonidos o música de alta intensidad en aulas, oficinas, cines o transporte público).

Como referencia sobre la posible reglamentación del uso del cigarro electrónico en espacios interiores se puede considerar la recomendación del Ministerio de Salud del Reino Unido, en el documento “Towards a Smokefree Generation: A Tobacco Control Plan for England”, el cual anuncia su plan oficial de control de tabaco. Dicho documento emite la siguientes declaraciones (ver documento):

La Agencia de Salud Pública de Inglaterra (Public Health England, PHE) recomienda que el uso de cigarros electrónicos no esté cubierto por reglamentos basados en leyes de espacios libres de humo y que no sea prohibido en forma rutinaria en base a las políticas anti-tabaco de lugares de trabajo y organizaciones.

PHE ha producido guías y manuales operativos para que lugares de trabajo y organizaciones establezcan una reglamentación del del uso de cigarros electrónicos en espacios públicos, recomendando que esta reglamentación esté basada en la evidencia

Los guías y recomendaciones de PHE sobre el uso del cigarro electrónico en espacios interiores pueden ser consultados en el sitio web de información del gobierno británico (enlace). Concretamente, PHE recomienda a las autoridades, los administradores, los responsables y propietarios de centros de trabajo y otros lugares públicos, concertar sin intervención directa del gobierno una reglamentación práctica basada en los siguientes 5 puntos (enlace)

La regulación afecta la eficacia en el cese de fumar

Es necesario someter a prueba la hipótesis de que un ambiente regulatorio favorable que facilita el acceso y utilización del cigarro electrónico es crucial para que éste pueda realizar su potencial sanitario. El efecto del ambiente regulatorio sobre la eficacia del cigarro electrónico como herramienta de salud pública ha sido analizado en el siguiente estudio longitudinal:

Hua-Hie Yong el al,  “Does the regulatory environment for e-cigarettes influence the effectiveness of e-cigarettes for smoking cessation?: Longitudinal findings from the ITC Four Country Survey“.  Nicotine and Tobacco Research, Volume 19, Issue 11, 1 November 2017, pages 1268-1276.  https://doi.org/10.1093/ntr/ntx056

Este estudio muestra que el cigarro electrónico es meas eficaz en el cese de fumar en países con una regulación favorable que en países con regulación restrictiva o prohibicionista.

Los dos países con ambiente regulatorio favorable son los EEUU y Reino Unido; los dos países con ambiente regulatorio restrictivo y prohibicionista son: Canadá y Australia. Como lo señala la síntesis del artículo que ofrecemos a continuación, el resultado es contundente: los usuarios del cigarro electrónico tienen más posibilidad de éxito en dejar de fumar en los EEUU y el Reino Unido con régimen regulatorio favorable:

Resumen

  • Introducción.  A la fecha no hay estudios que hayan explorado como diversos ambientes regulatorios pudieran influenciar la efectividad del cigarro electrónico como auxiliar en el cese de fumar.
  • Objetivo.  El presente estudio examina la efectividad, en condiciones realistas, de fumadores que utilizan el cigarro electrónico para dejar de fumar, en comparación con los que utilizan terapias de reemplazo de nicotina y/o otros medicamentos bajo receta médica, en Canadá y Australia vs los Estados Unidos de América y el Reino Unido que tienen una regulación menos restrictiva.
  • Metodología.  Los datos fueron obtenidos de los sondeos del International Tobacco Control Four Country, de los Estados Unidos de América y Canadá (2 muestras de sondeo, n = 318 y n = 380, respectivamente), Reino Unido (3 muestras de sondeo, n = 439) y Australia (4 muestras de sondeo, n= 662), colectadas entre 2010 y 2014. Fueron incluidos todos los fumadores en el tiempo inicial base que reportaron en el tiempo final de seguimiento un intento de dejar de fumar. El efecto primario reportado fue abstinencia auto-reportada sostenida por lo menos 30 días independientemente de su estatus como fumadores al tiempo de seguimiento. Los datos de las muestras de sondeo fueron combinados transversalmente y analizados usando ecuaciones de estimación generalizadas.
  • Resultados. En comparación con el cese de fumar no asistido (i.e. sin medicamentos y sin cigarro electrónico), los fumadores que usaron cigarros electrónicos de los países con regulación menos restrictiva de estos dispositivos mostraron mayor probabilidad de éxito (OR = 1.95, 95% CI =[1.19-3.20], p < 0.01) de reportar abstinencia sostenida por 30 días, mientras que los fumadores de países con regulación más restrictiva mostraron menor probabilidad de éxito (OR = 0.36, 95%CI = 0.18–0.72, p < .01).
  • Conclusión.  El uso de cigarros electrónicos en condiciones realistas en un intento de cese de fumar parece ser solamente efectivo para sostener una abstinencia de 30 días en un ambiente regulatorio menos restrictivo de estos dispositivos, lo cual sugiere que los beneficios del cigarro electrónico en el cese de fumar es altamente dependiente del ambiente regulatorio.

Eficacia para salvar vidas

Otro argumento que los reguladores deben contemplar es el hecho de que, incluso en los escenarios más pesimistas, la sustitución del cigarro convencional por el electrónico (el dispositivo para suministrar nicotina del que se han hecho más estudios independientes) tiene la potencialidad de salvar millones de vidas. Este hecho puede constatarse en el siguiente estudio basado en simulaciones de efectos potenciales de varios escenarios:

D Levy et al. “Potential deaths averted in the USA by replacing cigarettes with e-cigarettes”. Tob Control 2017;0:1–8. doi:10.1136/tobaccocontrol-2017-053759 Enlace

La conclusión del artículo es contundente:

“Nuestras proyecciones indican que la estrategia de reemplazar el cigarro convencional por el electrónico conllevaría a una ganancia sustancial de vidas salvadas, incluso bajo las suposiciones mas pesimistas (6.6 millones en 10 años).”

Para complementar esta información de suma relevancia, presentamos a continuación la traducción del resumen de este estudio:

Resumen

  • Introducción. Las políticas de control de tabaco en los EEUU enfocadas a reducir el uso del cigarro han sido efectivas, pero su impacto ha sido relativamente lento. El presente estudio examina la posible estrategia, bajo la cual los fumadores de cigarros en los EEUU se transforman en usuarios de cigarros electrónico (“vapeadores”) para acelerar el progreso del control del tabaco.
  • Metodología. Un escenario de status quo, desarrollado para proyectar las tasas y resultados sanitarios en ausencia del vapeo, es comparado con modelos de sustitución, en los cuales el uso de cigarros tradicionales es reemplazado por el electrónico durante un periodo de 10 años. Sondeamos un escenario “optimista” y uno “pesimista”, los cuales difieren uno del otro en términos de la estimación de riesgos de los cigarros electrónicos relativos a los de tabaco, así como de su impacto en la iniciación y cese de fumar en general y en la tasa de sustitución. Los resultados de mortalidad proyectada por edad y sexo bajo el status quo y los escenarios de sustitución de fumar por vapear son proyectados para el periodo 2016 a 2100 para determinar sus impactos en la salud pública.
  • Resultados. En comparación con el status quo, el reemplazo de fumar cigarros convencionales por vapear com cigarros electrónicos por un periodo de 10 años bajo el escenario “optimista” arroja 6.6 millones menos muertes prematuras, con 86.7 menos años de vida perdidos. Bajo el escenario “pesimista”, se evitan 1.6 millones de muertes prematuras y 20.8 menos años de vida perdidos. Las ganancias mayores se dan entre los cohortes (grupos de observación) jóvenes, con una ganancia de 0.5 en el promedio de esperanza de vida proyectado para el cohorte de 15 años de edad en 2016.
  • Conclusiones. La comunidad de salud pública ha estado dividida con respecto al rol del cigarro electrónico en el control del tabaco. Nuestras proyecciones muestran que la sustitución del fumar cigarro por vapear cigarro electrónico arroja una ganancia sustancial de años de vida, incluso bajo suposiciones pesimistas sobre la efectividad del cigarro electrónico en el cese de fumar, su posible rol en la iniciación de fumar y sus riesgos relativos.

¿Se justifica regular al cigarro electrónico como al cigarro convencional?

Si la guía para regular al cigarro electrónico es la evidencia científica (que hemos presentado y reseñado), entonces la respuesta a esta pregunta debe ser un enfático NO.  La regulación debe ser proporcional a los riesgos, y la evidencia científica muestra en forma decisiva y contundente que el perfil de riesgo sanitario del cigarro electrónico es considerable y apreciablemente menor al del cigarro convencional. La regulación debe ser racional, por lo que no debe estar basada en ideologías o prejuicios, ni en intereses burocráticos.

Hay quienes proponen regular al cigarro electrónico como al cigarro convencional, afirmando que su perfil de riesgo es directamente equiparable, por lo que su regulación debe ser la misma.  Estas afirmaciones están en directa contradicción con la evidencia científica (ver discusión al respecto aquí y aquí).

Hay quienes reconocen que el cigarro electrónico es “menos dañino” que el convencional, pero afirman que aún así debe ser regulado como el cigarro común porque ser aún “lo suficientemente dañino”. Típicamente  esbozan los siguientes argumentos (usualmente en forma alarmante):

  • Argumento. Aún hay controversia sobre los riesgos por exposición de personas en el entorno a las toxinas en el vapor ambiental

¿Qué dice la evidencia?  No hay controversia al respecto:  la exposición de terceras personas a toxinas del vapor ambiental es apreciable y considerablemente menos a la exposición a toxinas del humo de tabaco ambiental. Incluso esta exposición es mucho menor a la aceptable dada por los umbrales de seguridad laboral del NIOSH (National Institute of Occupational Safety and Health de los EEUU).  Ver resumen de la evidencia y discusión detallada aquí y aquí.

  • Argumento. El uso del cigarro electrónico propaga la adicción a la nicotina.

¿Qué dice la evidencia?  Quienes esbozan este arguento no definen que es lo que entienden por “adicción”. Pero bajo cualquier definición,  ignoran la evidencia de que es la inhalación del humo del tabaco, y no la adicción a la nicotina, lo que causa primordialmente la enorme mortalidad y morbilidad del tabaquismo. El “perpetuar la addición a la nicotina” es un mal mucho menor a la perpetuación del tabaquismo.  (ver resumen de la evidencia y discusión detallada)

  • Argumento. El uso del cigarro electrónico induce y conduce a no-fumadores (adultos y menores de edad) hacia el tabaquismo.

¿Qué dice la evidencia? El cigarro electrónico no atrae a los adultos no-fumadores: menos del 2% de adultos que vapean son personas que nunca han fumado. Con respecto a adolescentes, su uso habitual se da preponderantemente entre adolescentes que ya fuman. La inmensa mayoría del vapeo en adolescentes es  exploratorio, casi nunca habitual. Esto está sustentado en estudios obervacionales y en estadísticas oficiales en países de uso extenso de cigarro electrónico (EEUU y Reino Unido. (ver evidencia aquí, aquí y aquí).

  • Argumento. Aún no se conocen los riesgos por su uso a largo plazo.

¿Qué dice la evidencia? Estrictamente, esto es cierto: los dispositivos solo han sido utilizados en los últimos 10 años. Sin embargo, esto no significa que “no sabemos nada” sobre sus efectos sanitarios y que, por ende, debemos “esperar décadas” de observación para estimar los efectos a largo plazo.  Estas afirmaciones no tienen sustento: el cigarro electrónico ha sido estudiado en forma muy extensiva (hay mas de 1000 estudios), por lo que ya se sabe mucho sobre las propiedades químicas del vapor (ver resumen de la evidencia) y sobre sus efectos sanitarios a corto y mediano plazo (ver resumen de la evidencia). Las observaciones y estudios clínicos indican que no hay efectos sanitarios de seriedad en los 10 años en que estos dispositivos han sido utilizados.  Dado este extenso cuerpo de conocimiento cientiífico, no es posible cuantificar con precisión los riesgos a largo plazo, mas si es posible afirmar en forma robusta que estos no deben ser riesgos serios y preocupantes (ciertamente, deben ser mucho menores que los riesgos a largo plazo por el tabaquismo). Esta es la postura del Real Colegio de Médicos del Reino Unido (Royal College of Physicians), apoyada en la política oficial del control de tabaco del gobierno británico (ver documento oficial).

 

¿Que motiva a quienes quieren regular al cigarro electrónico como al convencional?  Por ser una tecnología disruptiva, el cigarro electrónico perturba y afecta los esquemas y protocolos médicos (y burocráticos) establecidos durante décadas para lidiar con el tabaquismo. Esto suscita desconfianza y rechazo en médicos y reguladores que han seguido estos esquemas y protocolos.  Los argumentos de excesiva cautela y del “aún no sabemos” de quienes sugieren regular al cigarro electrónico como al convencional son formas de racionalizar el malestar que les causa una tecnología dispuptiva que aún desconocen y que (por ende) temen.  Esto es entendible y justificable hasta cierto punto. Sin embargo, no es aceptable que este tipo de reacción por parte de médicos y reguladores impida (u obstaculice) el acceso al cigarro electrónico por parte de fumadore adultos que pueden beneficiarse al sustituir sus cigarros por un medio mucho menos dañino de suministro de nicotina.

Reflexión. Los reguladores y médicos deben ponderar el hecho de que, paradojicamente, el regular al cigarro electrónico como al cigarro común protegen al uso continuo, la comercialización y la distribución de éste último.

Consideraciones para una regulación basada en la evidencia científica

Toda regulación del cigarro electrónico debe considerar la evidencia sustentada por fuentes primarias de investigación que hemos citado y analizado. A continuación discutimos las consecuencias de ponderar debidamente esta evidencia:

CONSECUENCIAS Y ARGUMENTOS PARA BASAR LA REGULACIÓN.  No hay justificación médica de protección a terceros para extender automáticamente al cigarro electrónico los reglamentos de “espacios libres de humo” vigentes con respecto al tabaco. Las prohibiciones del uso del cigarro electrónico en espacios interiores solo puede obedecer a criterios prácticos de comodidad y de convivencia social (como la prohibición de hacer ruido o portar un radio a volumen audible en una biblioteca o en un transporte público o un cine). La regulación no debe prohibir el vapeo en espacios interiores de convivencia y socialización voluntaria, sobre todo en restaurantes o bares sujetos a la aprobación de los propietarios.

  • EVIDENCIA: RIESGOS Y ADICTIVIDAD DE LA NICOTINA.  Como puede verse en la evidencia que hemos reseñado, la nicotina no es inocua, pero no es cancerígena y sus riesgos sanitarios son mucho menores a los riesgos de fumar cigarros. La “adictividad” (entendida como dependencia) y sus efectos sanitarios dependen del medio con el cual es suministrada al organismo. Es muy adictiva si es suministrada a través del humo del cigarro de tabaco. La dependencia de la nicotina es mucho menor si es suministrada sin mediar el humo del cigarro: por parches, chicles e inhaladores farmacéuticos o por cigarros electrónicos. La nicotina en sí, sin el humo del tabaco, puede producir efectos potencialmente nocivos en sujetos con problemas cardiovasculares. Los estudios sobre sus efectos en el embarazo, en fetos o en el desarrollo cerebral de jóvenes están basados en observaciones en fumadores de cigarros o en animales, no en sujetos humanos que la consumen sin fumar cigarros. (Ver evidencia sobre nicotina).

CONSECUENCIAS Y ARGUMENTOS PARA BASAR LA REGULACIÓN.  La regulación del cigarro electrónico debe permitir la utilización de líquidos con nicotina. Es imprescindible supervisar estrictamente que los niveles de concentración estén indicados en forma clara y precisa en los envases. El límite superior de la concentración debe coincidir con la concentración de nicotina en los cigarros de tabaco (aproximadamente 24 ml por mg). Es contraproducente limitar la concentración a niveles bajos que no satisfagan a fumadores que intentan usar el cigarro electrónico para dejar de fumar o fumar menos. Los envases deben advertir que es potencialmente adictiva y que su consumo no es recomendable a mujeres embarazadas, menores de edad o personas con problemas cardiovasculares.

  • EVIDENCIA: EL USO DEL CIGARRO ELECTRÓNICO  POR ADULTOS NO-FUMADORES.  El uso del cigarro electrónico se da casi exclusivamente entre fumadores (esto está fundamentado en estadísticas oficiales). La proporción de no-fumadores que lo utiliza es casi insiginficante. (Ver evidencia)

CONSECUENCIAS Y ARGUMENTOS PARA BASAR LA REGULACIÓN.  Aunque no es posible evitar que adultos no-fumadores tengan acceso legal al cigarro electrónico, las autoridades pueden emprender campañas de información para desalentar que esto suceda.

  • EVIDENCIA: UTILIDAD EN EL CESE DE FUMAR.  En países que permiten su uso y comercialización con menos restricciones (Reino Unido, Unión Europea, Nueva Zelanda y EEUU) el cigarro electrónico es utilizado en intentos de dejar de fumar con más frecuencia que los medicamentos farmacéuticos de cese de fumar. En estos países ha resultado ser efectivo en los intentos para dejar de fumar. (Ver evidencia)

CONSECUENCIAS Y ARGUMENTOS PARA BASAR LA REGULACIÓN.  Para facilitar la efectividad del cigarro electrónico en intentos de dejar de fumar, éste debe ser accesible a fumadores adultos. Al ser un producto de consumo adulto, análogo a las bebidas alcohólicas: se restringe su publicidad pero no se prohíbe, está sujeto a los controles de calidad estándar (sobre los dispositivos, las baterías y los líquidos) y sin el mismo gravamen a los que están sujetos los productos de tabaco.

  • EVIDENCIA:  EL VAPEO EN MENORES DE EDAD. Como muestra la evidencia que hemos presentado sobre el vapeo en adolescentes (incluso en México),  el uso creciente del cigarro electrónico por menores de edad es un uso predominantemente exploratorio, no habitual. En países donde hay un uso extendido del cigarro electrónico y la regulación no es desfavorable  (Reino Unido y EEUU), los sondeos poblacionales han mostrado (ver estadísticas) que la proporción de fumadores entre menores de edad ha disminuido apreciablemente conforme aumenta el uso del cigarro electrónico en esta población (incluso cuando dicho uso es ilegal).

CONSECUENCIAS Y ARGUMENTOS PARA BASAR LA REGULACIÓN. El cigarro electrónico debe ser un producto de consumo de uso legal exclusivo para adultos, tal y como las bebidas alcohólicas. Para ello es vital que las políticas públicas de prevención sean efectivas y se enfoquen en evitar que los jóvenes menores de edad y los no fumadores consuman estos productos.

  • EVIDENCIA: RIESGOS SANITARIOS A LARGO PLAZO.   No hay evidencia epidemiológica a muy largo plazo (décadas) sobre los efectos del uso del cigarro electrónico, ya que estos han sido utilizados por menos de 10 años. Sin embargo, como afirma el Real Colegio de Médicos (Royal College of Physicians), la evidencia sugiere que los riesgos potenciales por el uso a largo plazo son, ciertamente, menores a los riesgos (reales) de la perpetuación del tabaquismo. Ademas,  en el lapso de 10 años de observación no hay evidencia de daños graves a usuarios ni a personas en su entorno debido a la exposición a las emisiones del vapor. Hemos presentado evidencia basada en estudios clínicos y observacionales, a corto y mediano plazo,  la cual muestra que al sustituir el cigarro convencional por el electrónico los fumadores experimentan mejoras en sus funciones orgánicas. Hemos mostrado evidencia de que su uso contribuye positivamente al cese de fumar. Esto permite realizar proyecciones demográficas sobre su beneficio poblacional en términos de muertes prematuras evitadas (ver estudio de Levy et al discutido anteriormente). Incluso en el peor escenario, la sustitución del cigarro de tabaco por el electrónico puede salvar o mejorar la calidad de millones de vidas.

CONSECUENCIAS Y ARGUMENTOS PARA BASAR LA REGULACIÓN.  Una regulación demasiado restrictiva para evitar los riesgos potenciales del uso del cigarro electrónico a largo plazo puede inhibir o cancelar su contribución a la mejora de salud pública como herramienta de apoyo a adultos en el cese de fumar.  El uso del cigarro electrónico fortalece los esfuerzos anti-tabaco, por lo que no está (ni debe estar) en contradicción con la legislación vigente del Control de Tabaco.  La regulación debe controlar su calidad como productos de consumo y no obstaculizar su acceso legal a los adultos mediante restricciones de uso y gravámenes excesivos.  Es importante que los organismos regulatorios comuniquen a los consumidores en forma oficial y precisa los riesgos y beneficios de su utilización. Esto implica evitar mensajes de precaución alarmistas en los envases, así como desmentir campañas de desinformación que exageran los riesgos y descartan sus beneficios. La regulación debe permitir que médicos e instituciones médicas recomienden su uso (junto con los medicamentos existentes) a fumadores que desean dejar de fumar.